La fuerza de la esperanza
Recientemente ha finalizado en Roma el Sínodo de la Palabra, y resuena en nosotros un pasaje bíblico, que bien podría ser elegido como tema central de nuestra pastoral juvenil: "Os escribo a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al Maligno..." (1 Jn 2, 14). ¿A qué jóvenes se refiere San Juan? ¿Existen en nuestros días este tipo de "jóvenes fuertes", que permanecen fieles al mensaje de la Palabra de Dios y que salen victoriosos de las múltiples tentaciones? ¿No se tratará, tal vez, de un pasaje bíblico que describe a los jóvenes del primer siglo del cristianismo, pero que está muy alejado de la radiografía sociológica del actual mundo joven?
Sin embargo, la Palabra de Dios, a diferencia de la palabra de los hombres, no se limita a describir las circunstancias y situaciones de un determinado tiempo y lugar, sino que tiene el poder y la gracia de transformar la realidad, engendrando y dando a luz a una juventud renovada por el Evangelio de Cristo. La fuerza de la esperanza cristiana es tal que, en plena crisis de secularización del Occidente cristiano, en una situación histórica que muchos perciben como de "fin de época", escuchamos la voz del Espíritu que anuncia el renacimiento de la experiencia cristiana: "¡Yo hago nuevas todas las cosas!" (Ap 21, 5). Si algo está quedando claro en esta crisis postmodernista es que Jesucristo y su Evangelio no tienen alternativa. Como decía Chesterton: "Cualquier cosa muerta puede ir con la corriente, pero solamente algo que está vivo puede nadar contra la corriente".
Sin embargo, la Palabra de Dios, a diferencia de la palabra de los hombres, no se limita a describir las circunstancias y situaciones de un determinado tiempo y lugar, sino que tiene el poder y la gracia de transformar la realidad, engendrando y dando a luz a una juventud renovada por el Evangelio de Cristo. La fuerza de la esperanza cristiana es tal que, en plena crisis de secularización del Occidente cristiano, en una situación histórica que muchos perciben como de "fin de época", escuchamos la voz del Espíritu que anuncia el renacimiento de la experiencia cristiana: "¡Yo hago nuevas todas las cosas!" (Ap 21, 5). Si algo está quedando claro en esta crisis postmodernista es que Jesucristo y su Evangelio no tienen alternativa. Como decía Chesterton: "Cualquier cosa muerta puede ir con la corriente, pero solamente algo que está vivo puede nadar contra la corriente".
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