domingo, 12 de octubre de 2008

El peligro de dejar lo importante por lo urgente

XXVIII Domingo del tiempo ordinario
Isaías 25, 6-10a; Filipenses 4, 12-14.19-20;
Mateo 22, 1-14

Lo importante y lo urgente
Es instructivo observar cuáles son los motivos por los que los invitados de la parábola se negaron a venir al banquete. Mateo dice que ellos “no hicieron caso” de la invitación y “se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio”. El evangelio de Lucas, en este punto, es más detallado y presenta así los motivos del rechazo: “He compardo un campo y tengo que ir a verlo... He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas... Me he casado, y por eso no puedo ir” (Lc 14, 18-20).
¿Qué tienen en común estos diversos personajes? Todos los tres tienen algo urgente que hacer, algo que no puede esperar, que reclama inmediatamente su presencia. ¿Y qué representa en cambio el banquete nupcial? Este indica los bienes mesiánicos, la participación en la salvación conseguida por Cristo, y por tanto la posibilidad de vivir eternamente. El banquete representa, por tanto, lo más importante en la vida, es más, lo único importante. Está claro entonces, en qué consiste el error cometido por los invitados; consiste en abandonar lo importante por lo urgente, ¡lo esencial por lo contingente! Ahora bien, éste es un riesgo tan difundido e insidioso, no sólo en el plano religioso, sino también en el puramente humano, que vale la pena reflexionar un poco sobre él.
Ante todo, precisamente, en el plano religioso. Abandonar lo importante por lo urgente, en el plano espiritual, significa retrasar continuamente el cumplimiento de los deberes religiosos, porque cada vez se presenta algo urgente que hacer. Es domingo y es hora de ir a misa, pero está pendiente esta visita, ese trabajillo en el jardín, la comida que preparar. La Misa puede esperar, la comida no; por tanto, se retrasa la misa y se arrima uno a los fuegos.
He dicho que el peligro de abandonar lo importante por lo urgente está presente también en el ámbito humano, en la vida de todos los días, y quisiera señalar también a esto. Para un hombre es ciertamente importantísimo dedicar tiempo a la familia, a estar con los hijos, dialogar con ellos si son grandes y jugar con ellos si son pequeños. Pero en el último momento se presentan siempre cosas urgentes que terminar en la oficina, horas extraordinarias que hacer, y se deja para otra vez, acabando por llegar a casa demasiado tarde y demasiado cansados para pensar en otra cosa.
Para un hombre o una mujer es importantísima ir de vez en cuando a visitar al anciano padre que vive solo en casa o en algún asilo. Para cualquiera es algo importantísimo visitar a un conocido enfermo para mostrarse su apoyo y hacer algún servicio práctico por él. Pero no es urgente, si lo dejas para más adelante aparentemente no se hunde el mundo, quizas nadie si dé cuenta. Y así se deja para más adelante.
Lo mismo pasa con el cuidado de la propia salud, que también está entre las cosas importantes. El médico, o simplemente en físico, advierte que hay que cuidarse, tomar un periodo de descanso, evitar el estrés... Se contesta: sí, lo haré, por supuesto, apenas termine ese trabajo, cuando haya arreglado la casa, cuando haya pagado todas las deudas... Hasta que uno se da cuenta que es demasiado tarde. Ahí está el engaño: se pasa uno la vida persiguiendo mil pequeñas cosas que arreglar y nunca se encuentra tiempo para las cosas que verdaderamente inciden en las relaciones humanas y pueden dar verdadera alegría (y, abandonadas, la verdadera tristeza) en la vida. Así vemos como el Evangelio, indirectamente, es también escuela de vida; nos enseña a establecer prioridades, a tender a lo esencial. En una palabra, a no perder lo importante por lo urgente, como sucedió a los invitados de nuestra parábola.

domingo, 5 de octubre de 2008

Benedicto XVI: la "Humanae vitae", un “sí” a la belleza del amor


Se pregunta “por qué el mundo no entiende” el mensaje de la Iglesia sobre el amor humano
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 3 de octubre de 2008 (
ZENIT.org).- "A distancia de 40 años de la publicación de la Humanae vitae, podemos entender mejor cuán decisiva es esta luz para comprender el gran 'sí' que implica el amor conyugal", afirma el Papa Benedicto XVI, en un mensaje hecho público este viernes por la Santa Sede.
El Papa se dirige a los participantes del Congreso Internacional "Humanae Vitae: Actualidad y profecía de una encíclica" que se celebra entre el viernes y el sábado en la Universidad Católica de Roma del Sagrado Corazón, organizado por el Instituto Pontificio "Juan Pablo II" para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia.
En su mensaje, el obispo de Roma se centra en la importancia que sigue teniendo el mensaje central de la Humanae vitae hoy, al afrontar la cuestión del amor conyugal como don "sin reservas" de los esposos, y de la vida humana como "don de Dios" y no como "objetivo del proyecto humano".
"La posibilidad de procrear una nueva vida humana está incluida en la donación integral de los cónyuges", explica Benedicto XVI. "Así no sólo se asemeja, sino que participa del amor de Dios, que quiere comunicarse llamando a la vida a las personas humanas".
"Excluir esta dimensión comunicativa mediante una acción dirigida a impedir la procreación significa negar la verdad íntima del amor esponsal, con la que se comunica el don divino", añade.
Precisamente, de ahí la necesidad, afirma el Papa, de "reconocer límites insuperables a la posibilidad de dominio del hombre sobre su propio cuerpo", para evitar que el hijo "se convierta en un instrumento sujeto al arbitrio de los hombres".
"Éste es el núcleo esencial de la enseñanza que mi venerado predecesor Pablo VI dirigió a los cónyuges, y que el Siervo de Dios Juan Pablo II, a su vez, reafirmó en muchas ocasiones, iluminando su fundamento antropológico y moral", comenta el Papa .
"En esta luz, los hijos ya no son el objetivo de un proyecto humano, sino reconocidos como un auténtico don que acoger, con actitud de generosidad responsable ante Dios, fuente primera de la vida humana".
"Este gran 'sí' a la belleza del amor comporta ciertamente la gratitud, tanto de los padres al recibir el don de un hijo, como del hijo mismo al saber que su vida tiene origen en un amor tan grande y acogedor", explica.
Por otro lado, el Papa recuerda que el recurso a los métodos naturales, permiten a la pareja "administrar cuanto el Creador ha sabiamente inscrito en la naturaleza humana, sin turbar el significado íntegro de la donación sexual".
Al respecto, el Papa se pregunta "cómo es posible que hoy el mundo, y también muchos fieles, encuentren tanta dificultad en comprender el mensaje de la Iglesia, que ilustra y defiende la belleza del amor conyugal en su manifestación natural".
"La solución técnica, también en las grandes cuestiones humanas, parece a menudo la más fácil, pero en realidad esconde la cuestión de fondo, que se refiere al sentido de la sexualidad humana y a la necesidad de un dominio responsable, para que su ejercicio pueda llegar a ser expresión de amor personal", afirma.
"La técnica no puede sustituir a la maduración de la libertad, cuando está en juego el amor".
En este sentido, el Papa explica que la Iglesia defiende el recurso a los métodos naturales de planificación familiar como más acordes con la dignidad humana, pues requieren "una madurez en el amor, que no es inmediata, sino que necesita un diálogo y una escucha recíprocas y un singular dominio del impulso sexual en un camino de crecimiento en la virtud".
"Sólo los ojos del corazón llegan a captar las exigencias propias de un gran amor, capaz de abrazar la totalidad del ser humano", añade el pontífice.
Se dirige también a los responsables de la pastoral matrimonial y familiar y les pide que sepan "orientar a las parejas a entender con el corazón el diseño maravilloso que Dios ha inscrito en el cuerpo humano, ayudándolas a acoger todo cuanto comporta un auténtico camino de maduración".
El papa agradece y alienta, por último, las investigaciones que se están llevando a cabo para investigar sobre los ritmos naturales de la fertilidad y sobre la forma de combatir naturalmente la esterilidad, que se lleva a cabo en la Universidad Católica del "Sacro Cuore", a través del Instituto Internacional (ISI) Pablo VI.
"Los hombres de ciencia deben ser animados a proseguir en sus investigaciones, con el fin de prevenir las causas de la esterilidad y poderlas remediar, de modo que las parejas estériles puedan llegar a procrear en el respeto de su dignidad personal y la del nasciturus", concluye.