En la hora de la gran prueba, en el huerto de los Olivos, Jesús repite al Padre estas palabras que habían sido alimento de su vida durante todos los años que vivió en la tierra, esto es, hacer no su voluntad sino la voluntad divina. En el combate contra el espíritu infernal, en el desierto, después de cuarenta días de absoluto ayuno, Cristo vence a Santanás precisamente haciéndose escudo de la voluntad de Dios. El tentador le presentó, en efecto, una voluntad que no era la del Padre y Jesús lo desenmascaró.
En nuestra vida de cristianos también nosotros somos tentados y probados sobre el mismo punto: hacer o no la voluntad de Dios. Cada vez que seguimos nuestros gustos, caemos inexorablemente en los lazos del enemigo, mientras que cuando nos orientamos hacia la divina voluntad esos lazos se rompen y nosotros estamos libres de ejercer nuestra libertad uniéndola a la única gran libertad, que es la de Dios.
2 comentarios:
Que oración mas cierta, es verdad que cuando te aferras a Dios todo es diferente, y la carga se te hace mas liviana.
Realmente hay que abandonarse a cristo y decirle siempre CONFIO EN TI, porque solo con él estamos seguros, con ese amor que nos da y que se muestra en tantas manifestaciones cotidianas. Además nos regaló una hermosa madre, que es María, la cual está siempre dispuesta para protegernos con su manto.
Estoy muy feliz de haberme incorporado al grupo y espero conocer profundamente el amor de María y hacer una vida de comunidad muy frutctífera.
Un abrazo para todos
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